Saltando vallas...

03.03.2011 00:00

El dolor físico cuando es intenso impide estar en otra parte diferente de la zona del cuerpo que duele, toda la atención se enfoca en ese lugar que se inflama, está dolorido, si te duele la cabeza mucho por ejemplo es casi imposible evitar el dolor y sabes que va a durar un tiempo hasta que se pase, a veces lo más eficaz para minimizar el dolor es aislarse, pararse, y poner toda nuestra respiración en la zona dolorida, y esperar. Siempre que se elija no tomar un analgésico.

Con el dolor emocional pasa lo mismo pero a veces no lo parece. He recibido un golpe que me ha dolido, un impacto y ahora tengo dolor emocional, se me ha cogido un pellizco en el estómago y no puedo quitármelo al momento aunque a veces creo que sí, que sí puedo y que puedo hacer muchas cosas para evitar mi dolor. Pero ahora me doy cuenta de que no puedo hacer nada, me está doliendo, y va a durar un tiempo, el tiempo necesario para que todo mi organismo asimile e integre aquello que le causa dolor. Ahora se que es mejor para mi tener paciencia con el dolor hasta que se vaya, es la mejor manera de asumirlo, aceptarlo y poder estar con mi situación y conmigo misma en este momento. Todo el tiempo que me resista a aceptar lo que hay en mi ahora se va a convertir en sufrimiento(rabia, frustración, impaciencia, ansiedad…) y va a dejar al dolor pendiente de ser asimilado.

Asi que ahora mi momento es así, me está doliendo, se me ha metido el dolor en el plexo solar, cerca del estómago, como un nudo, como un pellizco, y me siento cansada, sin un brillante plan para el día de hoy, con ganas de tumbarme y esperar que pase la tormenta de dentro.

Ahora mi mente se ha parado, ya no quiere solucionar el dolor con una estrategia vencedora que torne el dolor en alegría en un instante con un acto mágico y cobra protagonismo la sensación que existe en mi cuerpo, estoy cansada y pongo la atención en mi respiración.

Estar en el dolor es algo raro para mi, de hecho al momento me doy cuenta de que no es un gran dolor, sólo es frustración, es decir, que la vida no es como yo quiero que sea en cada instante, no he experimentado una gran pérdida… sólo he sentido mucha frustración porque he tocado un límite cuando yo quería llegar más lejos, cuando yo deseaba recibir algo concreto, he recibido un límite. ¡Y me doy cuenta de que no me ha gustado nada!, quizás como me movía como un caballo salvaje en dirección a mi deseo me he pegado una ostia. Y no es la primera vez que me pasa esto, me suelo dar muchos golpes con los muros ajenos.

Escribir sobre esto me consuela, me escucho a mi misma con la palabra escrita y la sensación de estar frustrada se atenúa. Eso está bien. Pero aún hay un personaje interno muy inconformista que tiene que enterarse de una cosa: quizás estoy saliendo del dolor, de la frustración, pero salir de este sitio para mi es como caminar por un sendero solitario en medio de la nada, no voy a encontrar de pronto un oasis donde recibir una gran alegría, voy a caminar bastante rato en silencio, en soledad, y en un vacío muy sobrio, no habrá un banquete en la salida del dolor, no es un castigo que se levanta y de pronto lo que se me habia negado se me concede en grandes cantidades, tampoco soy una niña castigada cuando siento dolor, soy una mujer que siente dolor, nada más, y cuando el dolor empieza a mitigarse no aparece el placer, aparece el silencio, la necesidad de soledad, la presencia en el instante sin expectativas. La sobriedad.

También me doy cuenta de que luchar contra los límites es muy costoso en energía y a veces me deja muy cansada. Mis peleas tienen un precio, ¡intentar derribar muros y no conseguirlo me cansa mucho!

Y qué bien me sienta respirar profundamente sin expectativas para el día de hoy.