Recapitulando en la cueva

28.10.2015 09:36

 

Jacek Yerka Cabins www.yerkaland.com

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Atravesando el monte desde la Casa del Búho llego a una cueva camuflada detrás de rocas y palmitos de hojas anchas. El camino se intuye entre la vegetación abundante donde crecen coscojas, pequeñas encinas, algarrobos, jara, matagallos, frondosos lentiscos, acebuche, tomillo y otras plantas que no sé identificar y que me invitan a abrir la sensualidad al aire y la visión, recibiendo olores, aromas, multitud de formas y colores, me siento como la niña que yo era que jugaba a ser una india lakota… el sendero que sigo es muy fino, de barro rojo, húmedo por la lluvia de la mañana, y tallado por las patas del rebaño de oveja que recorre el campo en busca de alimento, las escucho a lo lejos… queda poco para que la penumbra después del atardecer se disipe y anochezca completamente… aún así todavía me detengo un poco más para escuchar el sonido de un búho real y lo recibo como una llamada al misterio nocturno que me espera.

Cuando llego a la cueva siento una alegría serena y mucha vitalidad en el cuerpo, ¡estoy sudando!, pido permiso y protección antes de abrazar la oscuridad del interior, traigo un propósito de recapitulación… mi plan de trabajo personal para la noche, ¡tengo mis deberes hechos!… pero ya se encarga la cueva de llevarme de viaje, mi confianza es absoluta, mis expectativas iniciales, elaboradas con supuestos mentales, serán sustituidas por el contacto y la necesidad real de mi organismo.

Cuando entro me esquivan varios murciélagos en un vuelo rasante como de avioneta y a otros los descubro con el foco de la linterna colgados en las rocas más altas… busco acomodarme en una pequeña cámara donde me deslizo por una abertura y me muevo agachada para no rozarme la cabeza… extiendo el aislante, abro el saco de dormir, me abrigo y me arropo en mi improvisada cama sobre la mullida tierra oscura de la cueva… localizo inmóviles y acechantes a un par de arañas en sus telas… amenazantes, negras e inofensivas para mi y me desagrada saber de la proximidad que hay entre ellas y yo pero quiero respetar el entorno y no interferir… Apago la luz.

Mi propuesta de exploración de hoy es darle sitio a la rabia y a la tristeza en mis relaciones con los hombres de mi historia personal… ese es el plan, la petición, la ocurrencia, el programa de mi mente…si bien el viaje toma su poder de movimiento y me arrastra a algunos recuerdos, donde la emoción se amplifica de manera considerable… después de tomar viejos momentos en mi relación con lo masculino, al principio cronológicamente desde lo más antiguo a lo más actual, ahora desde lo más urgente a lo secundario, habitando la emoción con mucha intensidad, se me pone en primer lugar dos polos: el deseo y la frustración.

Ahora el deseo me enciende y recuerdo un beso inesperado con mucha pasión, este deseo me dulcifica todo el cuerpo y soy incapaz de encontrar un atisbo de rabia o tristeza en mi, me embriaga el recuerdo del enamoramiento y el impulso de buscar al otro y encontrarlo, repetido tantas veces en mi vida, y entro en un espacio sin límites, sin condiciones, un instante puro de entrega, y vuelo, navego a la deriva por el reconocimiento de la borrachera amorosa, tomando el recuerdo de cada relación, y cada hombre importante en mi vida.

Como si despertara de un sueño me sobreviene la frustración, imagino que me han pegado un tiro en el hombro y me tienen que extraer la bala, entonces alguien me coloca un palo de madera entre los dientes y yo muerdo con locura rabiosa. Siento mucha frustración y no sé qué hacer con ella. Sólo muerdo con los dientes, y habito un estado insoportable, emito gruñidos, rugidos, y respiro este malestar, y recorro mi historia personal cuando el hombre deseado no me correspondía en la misma intensidad… entonces recuerdo la primera vez que hice el amor con el chico más popular de la pandilla que no era mi hombre deseado de aquellos 16 apasionados años, si no su vecino, porque el hombre deseado, exquisitamente sensible e inteligente, no respondía a la llamada de mi corazón y mi cuerpo, ¡qué suerte que tuviera un vecino guapo y atractivo tan atento a lo femenino y con ganas de compartirse!

Voy pasando del deseo a la frustración y de la frustración al deseo por momentos con un movimiento de ensoñación consciente unido a la emoción y a mi respiración.

El deseo me deshace en la entrega, el deseo es el néctar más dulce del mundo y yo me emborracho con él, y quiero más, emprendo un vuelo sin límites corporales porque siento la expansión de mi energía, mi pecho abierto como una supernova emite un fluido luminoso que impregna al hombre deseado, el dios al que la diosa que yo soy se está entregando en este momento, y este contacto me facilita la experiencia de la fusión donde el dios se convierte en la totalidad y la diosa que yo soy se funde con la totalidad y regreso a la fuente durante un instante eterno…

De pronto aterrizo en la realidad limitada y descubro que  nada es como yo deseo, cuando estoy a punto de tomar mi caramelo, sobreviene la frialdad absoluta, la ausencia, la distancia, el cambio, la pérdida, el vacío, el cierre, el aislamiento, la separación, el conflicto, la lucha por el territorio, el límite y yo me convierto en un depredador cuya caza del día ha fracasado, ¡y yo quiero devorar mi presa! ¡y no es posible! ¿Qué hago con esta adrenalina? ¿Qué muerdo? mis colmillos se alargan, y esta soy yo ahora mismo, ¡un depredador sin su presa! Siento el cuerpo de un demonio en mi interior, no tengo ningún miedo en esta oscuridad de la cueva, porque ¡el depredador soy yo! habita dentro de mi ahora mismo y no puedo evitar verlo, cómo se retuerce con incomodidad, y lo respiro con toda la amplitud de mis pulmones, relajando la agresividad que hierve en mi plexo solar, ampliando mi vientre para sostener esta frustración… respiro, y pido ayuda a la cueva, le doy espacio dentro de mi.

-Eres un leopardo, bellísimo y fuerte, y hoy no has podido cazar tu gacela, ¿Qué puedes hacer ahora? -le susurro a este demonio que habita en mi -descansa, ¡no puedes hacer nada!, respira, todo pasa, ahora estás frustrado, ¡olvida tu deseo!

-No puedo soltar mi deseo -expresa el depredador – si lo suelto nunca se cumplirá, soltarlo es la rendición, quiero permanecer en mi puesto, esperando día y noche hasta conseguir ganar este juego.

-Te va a doler el estómago y mucho, perderás tu receptividad y quizás aparezca una nueva forma de alimentarte y satisfacerte y no seas capaz de recibirla -le hablo al depredador -suelta el deseo, ¡déjalo libre y te liberarás tú! Mira leopardo, depredador, demonio de dientes afilados, ¡estás lleno de creencias!

-Sí, creo que la vida hay que celebrarla cumpliendo el deseo, y si el deseo aparece hay que apegarse a él para que no se pierda y se vaya haciendo grande y cuando llegue la satisfacción sea un éxtasis extraordinario -expresa este personaje que ha aparecido en mi interior -así que los deseos hay que atesorarlos, intensificarlos con la fantasía y nunca soltarlos, porque son oportunidades para ser inmensamente feliz y aprovechar la vida de la mejor manera posible, ¡sólo tengo una vida y quiero aprovecharla al máximo!

-¡La dictadura de la felicidad! ¡ya te he visto! Mientras estabas escondido y me apretabas con tu presencia y tus creencias pocas veces expresadas desde la conciencia con tanta claridad como hoy, tenías poder en mi -le expreso a mi demonio particular -ahora te digo que lo que tú expresas es una adicción al juego, se llama ¡gula!, intentas apostar cada vez más, porque si tu apuesta es mayor tu ganancia será mayor, pero nunca paras de jugar, ¿a qué precio? mucha frustración, orientación al futuro donde tu deseo será colmado con felicidad suprema…  así que te cuento lo que vamos a hacer: déjate caer en tu frustración, hoy no hay escapatoria para ti, y recuerda, cuando aparezca el deseo disfrútalo, y suéltalo, quizás algún día puedas experimentar que la vida por sí misma se encarga de traerte continuamente la dulzura a tu exquisito paladar, sin que tú tengas que planificar con tu estrategia de depredador la caza del siguiente instante de gozo.

-¡Pues sí que me has visto! -expresa este depredador – en realidad estoy muy cansado, agotado, exhausto, y quiero relajarme, disfrutar del presente arropado en tu regazo ¿puede ser eso?

-Sí, está siendo – le respondo y mi cuerpo se calienta tanto que tengo que desnudarme dentro del saco de dormir en esta oscura cueva silenciosa, fría y solitaria de la sierra de Cádiz.

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