El animal interno

25.04.2012 00:00

Qué locura más generalizada y absolutamente inconsciente la de distinguir entre emociones positivas y emociones negativas, y rechazar estas últimas, como si existiera una moral de lo bueno y lo malo respecto a lo que se debe sentir. Siendo el verdadero problema las diferentes distorsiones mentales de la experiencia emocional, distorsiones como, es de cobardes tener miedo, expresar la rabia es un comportamiento que denota falta de amor, no hay que darle importancia al dolor y sonreír siempre, por ejemplo… la lista de distorsiones es infinita… ahora se unen las versiones actualizadas que mezclan la new age con la ciencia, como es la ley de la atracción, así que si quieres amor  y  éxito en tu vida está prohibido sentir odio, sentir miedo, sentir dolor… y esta prohibición empieza  a crear muchos problemas, mucha distorsión, mucha confusión mental y una inevitable desconexión con la autenticidad propia.

La emoción surge en el cuerpo físico, tiene un origen totalmente físico y una función de regulación del organismo.

La rabia viene a mi cuerpo para darme una información directa de que en ese momento necesito defenderme de alguna manera, es tan simple como esto, necesito poner los límites con alguna persona, necesito decir claramente y con fuerza lo que siento, necesito denunciar algo que me resulta injusto o lo vivo como una agresión…si escucho mi rabia podré reconocer qué me está ocurriendo y cuál es mi necesidad, la rabia sólo aparece para manifestar un estado que me ayude a ejecutar mi necesidad de la mejor forma posible para mi, cuando esto se complete de la manera que yo decida la rabia desaparece y mi organismo recupera su estado de equilibrio… el problema es justamente detener este movimiento interno, es decir, no querer sentir lo que estoy sintiendo, no querer escuchar al organismo, no confiar en su sabiduría y utilizar la mente para manipularme a mi misma con razones tan poco sofisticadas como si siento rabia soy una mala persona, o cualquier otra que tiene su origen en creencias fijadas en el carácter.

El miedo es una emoción que aparece para informarme de un posible peligro no necesariamente físico y también de un límite en mi tranquilidad, un límite que si decido pasar voy a entrar en un territorio desconocido donde mi organismo estará más alerta de lo que está normalmente, el miedo me advierte de relaciones que no son completamente amistosas para mi y donde tengo que permanecer alerta para cuidarme y protegerme, el miedo me avisa siempre de cuándo necesito retirarme de las relaciones y del trabajo y meterme en mi silencio interno profundo a través de la meditación y el desapego… cuando empiezas a escuchar las emociones con atención te traen una información muy valiosa de lo que te sienta bien en cada momento, quizás el acercamiento, quizás el alejamiento… todo es posible cuando dejas de pensar en términos de bueno y malo, pensamiento por otra parte que sólo pertenece a la miopía del ego aliado con sus creencias repetitivas, no a la visión amplia del ser que habita más allá de la dualidad.

El dolor es una emoción que me inmoviliza, hace que me pare y entre muy dentro de mi, me informa de que la relación con una persona me hace daño, y de que existe un límite para mi que si decido pasarlo abandono mi bienestar y me alejo de la función de cuidarme a mí misma hasta llegar a descuidarme o incluso maltratarme, me informa de que estoy vivenciando la pérdida de algo importante para mi, algo con mucho valor para mi, y que necesito darme a mí misma un periodo de duelo para respetar este hecho de gran importancia en mi existencia, necesito pararme y permitir que algo muera en mi para poder renacer en otro momento, el dolor me informa de que el mundo no es exactamente como yo quiero y que aceptar sus límites me ayuda a reconocer qué es real y qué es una fantasía, esta experiencia de distinguir la realidad de la fantasía va conformando mi sabiduría, el dolor me permite integrar en mi organismo el hecho de que la muerte existe y es tan importante como la vida, el dolor me ayuda a despertar espacios míos, recursos, talentos, habilidades, a través del proceso que normalmente se conoce como madurar, igual que duelen los dientes cuando salen, o los huesos  cuando están en la etapa de crecimiento, despertar partes nuevas de mi conciencia es un proceso que va  acompañado de dolor o quizás a través del dolor de la existencia estas nuevas zonas de conciencia se van despertando, no hay nada como presenciar con atención e implicarse emocionalmente en la muerte de un ser querido para tener un contacto directo con la realidad y que muchas fantasías mentales sobre la vida empiecen a caer, con dolor.

Pero atender al fenómeno de la emoción con respeto por el movimiento natural del organismo y sin tratar de manipularlo ni defenderse de él requiere un entrenamiento profundo y una apuesta por la conciencia, decidir estar presente pase lo que pase sin huidas, sin tratar de evitar momentos considerados “insoportables” es el acto de un guerrero o guerrera del trabajo interno, de la conciencia.

Así existen tantas distorsiones como eneatipos, caracteres o egos.

El eneatipo 1 evita por todos los medios defensivos posibles el contacto con su rabia directa argumentando fundamentalmente que hacer eso sería “ser una mala persona”

El eneatipo 2 evita entrar en contacto con su necesidad, evita darse cuenta de que tiene necesidades concretas y necesita atenderlas y satisfacerlas, argumentando que si atiende a su necesidad propia se convierte inmediatamente en una persona egoísta y sin corazón.

El eneatipo 3 evita entrar en contacto con el fracaso y lo que le trae, duda de sí mismo, pues esta experiencia le destruye su autoimagen de eficacia donde está apoyado permanentemente.

El eneatipo 4 evita entrar en contacto con la vulgaridad, el sentirse una persona corriente con una vida cotidiana como los demás seres humanos, pues esta experiencia destruye su autoimagen de persona diferente, especial, única y original donde descansa su autoestima.

El eneatipo 5 evita entrar en contacto con el vacío, un lugar donde no existe ninguna estructura mental que nos sostenga, sólo presente, pues esta experiencia le empuja a salir de su mente, su lugar de seguridad, y habitar toda su existencia física donde están presentes todas las emociones.

El eneatipo 6 evita entrar en contacto con el miedo, pues por nada del mundo querría verse a sí mismo como un cobarde, que es lo que piensa que son las personas que sienten miedo.

El eneatipo 7 evita entrar en contacto con el dolor y tristeza, pues está convencido de que si entra ahí lo perderá todo y se convertirá en un desgraciado…

El eneatipo 8 evita entrar en contacto con la ternura y la fragilidad pues está convencido de que esto sólo corresponde a personas que se dejan arrastrar por la debilidad humana.

El eneatipo 9 evita entrar en contacto con el conflicto porque no se siente importante como persona individual y el conflicto le aleja de sus relaciones.

 Así cada eneatipo, carácter o ego contiene una carga de creencias y una estructura defensiva que interfieren en el natural movimiento del organismo provocando bloqueos, y distorsiones que se convierten en grandes dificultades existenciales.

El animal interno es el aliado del organismo y su movimiento natural sin interferencias.

Los animales cuando quieren defender su territorio gruñen, enseñan los dientes, muerden, atacan, ladran, bufan, pican… cuando sienten miedo huyen, se esconden, corren, vuelan… cuando sienten dolor se inmovilizan, se paran, se duermen, se relajan, esperan… No poseen las interferencias del ego humano, son puro instinto y su respuesta es la mejor y la más natural para su organismo… cuando el miedo pasa no lo evocan en sus mentes con fantasía, cuando el ataque ha concluido no acumulan rencor por su adversario, ni planean una venganza, cuando el dolor viene no se sienten desgraciados, simplemente inmovilizan la zona dolorida, y esperan sin expectativas…

Su movimiento emocional es puro, libre de distorsiones, inocente sin condicionamientos sociales ni de creencias.

Por eso el trabajo de invocar nuestro animal interno puede traer mucha claridad a nuestros procesos emocionales y simplificar nuestra manera dificultosa de gestionar las emociones, poco a poco podemos aprender de esta parte interna nuestra e ir soltando nuestros miedos a ser tocados por nuestra verdad emocional del momento: si me enfada lo que esta persona me dice, me enfada, si me da celos el comportamiento de mi novio, me da celos, si me duele la pérdida de una posibilidad, me duele, si me da miedo estar al lado de una persona concreta me da miedo, si tengo nauseas de trabajar en algo pues eso es lo que me pasa, que me da náuseas… intentar camuflar, evitar, negar, proyectar, reprimir las emociones sólo me va a crear un alejamiento de mi mismo, del contacto con lo que me está pasando de verdad, y si continúo así mucho tiempo un día no podré sentir ni quién soy yo, ni lo que quiero para mi.

El animal interno es una parte de nosotros conectada a nuestro instinto, nuestro organismo y su poder magnífico de autoregulación, el trabajo de habitarlo nos ayuda a reconocer cómo somos y sentimos de verdad y no como “deberíamos” sentir (según nuestra neurosis preferida), qué queremos hacer con lo que sentimos y si probamos a hacer eso ¿qué ocurre? ¿qué sentimos en esta acción?… nos proporciona un sentido de autoestima muy grande, de autoapoyo, el consuelo y el aliento de escucharnos a nosotros mismos, seamos como seamos, de aceptarnos en nuestras partes más rechazadas de nosotros, de darnos soporte, y amor, todo eso que normalmente buscamos neuróticamente fuera de nosotros y que existe en grandes cantidades en nuestro interior y que es posible conquistarlo a través del trabajo comprometido.

Os propongo un trabajo con el animal interno.

EL ANIMAL INTERNO: UN VIAJE A LA ESENCIA.

Taller de Gestalt

12 y 13 de Mayo

https://lacasadelbuho.wordpress.com/2012/04/26/12-y-13-de-mayo-el-animal-interno-viaje-a-la-esencia/

En la Casa del Búho. Algodonales.