Yo soy mi propia tierra

03.02.2013 00:00

iphone2 085Me costó aprender en mi propio pellejo que la máxima valentía para mi era sostener mi miedo, estar con él cuando acudía a mi cuerpo, sin utilizarlo como combustible para una fantasía ansiosa sobre algún episodio presente de mi vida, y sin huir de él hacia delante convirtiéndome en una heroina que afrontaba todos los problemas con un exceso de adrenalina. Tuve que pasar por ahí simplemente cuando las estructuras donde yo creía sosterme empezaron a desaparecer. Yo las hice desaparecer cuando desvelaron su mentira, el fraude que habían supuesto y lo que escondían verdaderamente: una estratégica huida de todo lo que le importaba a mi corazón y sobre todo de la responsabilidad de escucharlo y hacerle caso.

Ahora que escribo siento una ligera frustración y ganas de abandonar este texto que he empezado a escribir. Habitar la frustración sin huidas es otro de mis trabajos cotidianos y de nuevo se manifiesta en este instante. Para crear algo nuevo tengo que vaciarme, unas cuantas capas me separan de ese vacío creativo, realmente me encuentro frustrada y me doy cuenta de que lo que escribo no me gusta o no me está haciendo sentir mis emociones preferidas como la alegría, la gratitud, la ternura… al contrario me siento dura por dentro como un palo seco… en mi imaginación aparece un arbol muerto, uno que yo planté y se secó, era un paraíso y lo planté en esta tierra caliza que parece que sólo quiere olivo y algarrobo, retama, lentisco, tomillo… parece que sólo acoge a los de su familia, por mucho que yo me empeñe en mi planificación paisajística.

Y esta imagen en mi fantasía me provoca un efecto, me libera el pecho y mi respiración adquiere una amplitud mayor, me doy cuenta de algo, de una pregunta ¿cuál es la tierra que me acoge a mi, para que yo florezca en todo mi potencial, como si fuera un árbol desubicado que necesita plantarse en su propia tierra? y me doy cuenta de una respuesta…

Me imagino que el árbol, el paraíso que yo planté, tuvo que ponerse muy ansioso cuando pasaban los meses, incluso los años y no crecía, no se expandían sus ramas ni sus hojas, no ocupaba su lugar en la tierra, no conquistaban sus raíces las profundidades húmedas.

-Soy un árbol seco plantado en una tierra que no me pertenece, que nunca fue mi casa, por mucho que yo lo deseara… estuve preparándome en un vivero mucho tiempo para salir al mundo y enraizarme en cualquier lugar, me preparé con todos mis recursos de supervivencia, recibí todos los nutrientes necesarios desde el exterior en dosis abundantes, hasta que descubrí que estos aportes externos me hicieron dependiente y me desorientaron para encontrar mi lugar en el mundo… ahora estoy plantado en una tierra que no me sostiene y tengo mucho miedo porque no sé qué hacer-dice el paraiso

-No hay nada que hacer, sólo estar presente en lo que hay en ti… si hay miedo, quédate con eso,  desde este punto sólo es posible volver a orientarse aceptando el lugar donde se está. Si este lugar es miedo, es vergüenza, si es una sensación de fracaso… este es el paso que te coloca de nuevo en tu orientación, así que si niegas este paso, te rebelas, lo rechazas porque no te gusta sentir miedo, habitar tu vulnerabilidad… te inmovilizas a ti mismo en dirección de la tierra que te hará florecer… Necesitas tu brújula interna en su máximo uso y para ello tienes que escucharla. Si te resistes a sentir lo que sientes… te pierdes, te extravías, te quedas en una tierra que no te sostiene, te sujetas a estructuras externas que no te pertenecen, que no te soportan, que no te nutren… que te distraen de tu verdadero impulso, que te impiden recibir tu propio soporte, tu tierra…

- y ¿cómo saber cuál es mi tierra?…

-Sabes que yo andé perdida mucho tiempo, esto me provocó episodios de miedo, de dudas, de ansiedad, de tristeza… y qué curioso que sólo pude retomar mi orientación cuando atendí todas esas emociones, solo soy valiente cuando habito mi miedo, cuando le doy un lugar en mi infinito espacio interno, cuando comparto con él mi casa y le dejo una habitación para que viva y se exprese, cuando me convierto en la anfitriona y me hago cargo de todas las vivencias que emergen en mi y renuncio a encontrar la seguridad supuesta, fuera de mi. Entonces yo soy mi propia tierra.