El Poder de la Intimidad

12.10.2016 09:24

Hace unos días, tuve el privilegio de disfrutar y aprender con dos amigos hombres poderosos, despiertos, energéticos, fuertes y sensibles. De uno recibí su atención terapéutica en una sesión de gestalt trabajando con el deseo sexual. Con el otro tuve un trance enteogénico hacia la experiencia compartida de dar y recibir ternura. Ambos me amplifican la relación de igualdad y de apoyo mutuo con lo masculino que se posiciona claramente en mi interior.

La polaridad masculino-femenino en equilibrio interno y en igualdad es una gran conquista para cualquier mujer o para cualquier hombre. Yo puedo hablar de mi experiencia. Es habitual contemplar fuera de uno mismo o dentro de uno mismo la lucha de poder entre el hombre y la mujer, pasando del amor al odio, del deseo a la defensa, de la entrega al miedo y a la inversa, viajando al cielo o al infierno, a la creación o a la destrucción.

Cuando recibo el reconocimiento de lo masculino, creado el canal de comunicación entre él y yo, me siento muy libre de ser yo misma. Simplemente soy yo sin adaptarme a una supuesta expectativa del otro. La comunicación que necesito es posible con determinados elementos: la mirada a los ojos, la intimidad, la conexión con el sentimiento para ambos, el silencio necesario para generar la escucha, la palabra de la sensibilidad, la honestidad, la sinceridad, la responsabilidad. Este reconocimiento me ayuda a liberarme de expectativas antiguas sobre qué debo ser yo cuando me acerco a un hombre, adquiridas en mi primera relación con lo masculino, sobre todo con mi padre, y la repetición de este programa de relación proyectado en nuevos hombres sustitutos del primero, el padre, como si alguien pudiera ocupar el sitio que ocupó otra persona, pero al moverme en un mundo proyectado y de creencias actúo como si unas personas sustituyeran a otras, un nuevo hombre al anterior… olvidando que una profunda experiencia de contacto con el otro disuelve completamente el pasado y me ayuda a tomar el presente con todo su poder de cambio.

Me siento tan libre de ser yo misma que empiezo a conocerme en mi naturalidad. Soy una mujer y cuando me entrego soy una diosa, y en mí habita un hombre interno, mi dios interno, el mismo que se alimenta de las cualidades reales de esos hombres, amigos, que se posicionan frente a mí y me sostienen la mirada del corazón sin atisbo de miedo, esos mismos que me permiten por contraste -ellos habitan lo masculino- saborear y gozar toda la amplitud de mi feminidad, devolviendo en mi generosidad una verdadera nutrición, compartiendo e intensificando con el otro el vuelo del sentimiento.

Amo lo masculino. Es un espacio de fortaleza, energía, templanza, serenidad emocional, voluntad, decisión, sobriedad que me posibilita la apertura del pecho, el trance de la belleza, el movimiento sinuoso de la sensibilidad que me permite cambiar de forma, fusionarme con el otro, con lo otro, emprender un viaje y regresar de este viaje a mi forma original, fascinarme en el gozo del reconocimiento mutuo. Al mismo tiempo mis amigos, hombres despiertos, que tienen tan desarrollada su capacidad de ternura y son grandes cuidadores, me motivan para nombrar mi fuerza y su poder de alcance, para aprender a modularla, y utilizarla con arte y destreza a mi favor y a favor de mis aliados, con contundencia pero sin la agresividad y su derroche energético, generadora de nuevos conflictos a resolver.

En el encuentro y en la mirada a los ojos con estos amigos se acelera el trabajo personal, el mío y el del otro. Y no es necesario que seamos “pareja” para adentrarnos en la intimidad. La amistad es una relación de confianza perfecta para el acercamiento y la comunicación, para tocarnos en nuestros espacios sensibles y en nuestra vulnerabilidad, dándonos permiso mutuamente para explorar estos paisajes internos de tanta delicadeza, fragilidad, inocencia, donde también existen heridas antiguas que van limpiándose, y desapareciendo.

Poder ampliar el círculo de la intimidad a un mayor número de personas, más allá de la pareja, es una gran fuente de satisfacción… quizás se activa la pareja interna, el polo opuesto a mi género en una relación de apoyo dentro de mi. Y dentro de ti.

Cuando nombro la pareja interna algo se mueve por mi pecho.

-Podría hablar contigo cuando quiera o sentirte en mi propio cuerpo presente como algo más de mí misma, tener tu atención, ser vista por ti, tener tu abrazo permanente -le digo a mi pareja interna-

-Cuando reconoces a tus amigos hombres, me reconoces a mí en ellos -me contesta mi hombre interno -cuando acaricias a tu pareja, cuando te gustan los hombres, disfrutas de cada uno en su particularidad. Y uno te activa el deseo, otro te lleva de viaje a compartir la ternura, con otro te entregas a la sexualidad, con otro estableces una relación de trabajo personal, con otro compartes tu más íntimo darse cuenta… todo lo que recibes de ellos me nutren a mi y yo estoy para ti completamente, no tengo reservas, soy para ti, toda mi energía la pongo a tu servicio, tú eres mi diosa

-A través de tí ahora mismo me amo a mí misma -descubro con mucha delicadeza -en esta sensibilidad que yo soy, que tantas veces se transforma en vacío, en un vacío que puede contenerlo todo y nutrirlo, escuchar, recibir, como un útero… ¿me das tu fuerza de hombre para que yo pueda ser lo que soy?

-Toda mi fuerza para ti, Susi: se lo que eres, en tu máxima autenticidad, y ¡contagia!¡fertiliza el planeta!¡soy leal a tu corazón!

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