Mi otro yo

16.01.2014 00:00

el otroyo

Yo inicié mi formación de Gestalt Counselling en octubre del 2005, y para empezar le dediqué cinco años de entrega absoluta a este fascinante descubrimiento que el Santo Plan de la vida se habia encargado de ponerme cerquita para que yo lo tomara, y que tomé con entusiasmo desbordado… digo el Santo Plan con cierta carga de amor-odio… puesto que este fenómeno que ocurre de hecho y que consiste en que la vida tiene un plan más allá de lo que mi profusa fantasía se dedica a imaginar, me invita tantas veces en mi vida a arrodillarme humildemente y trabajar por la aceptación de que la vida -mi vida -es como ella quiere, salvaje e imprevisible, totalmente libre de las expectativas que mi mente genera constantemente.

Aún hoy que convoco mis propios grupos donde realizo mi labor como terapeuta, continúo asistiendo también a grupos de encuentro Gestalt simplemente para revisar y actualizar mis vivencias emocionales, la supervisión de mi trabajo de Counsellor Gestalt, mis relaciones con otros, mis relaciones conmigo, expresando en voz alta mis diálogos internos, y entrando en contacto con mi otro yo…

Ahora cuando escribo evoco un trabajo personal que hice en una ocasión, donde quise explorar mi miedo a hablar en público: existía un yo reprimido, mi otro yo de aquel momento, el polo opuesto a lo aparente… el deseo de exhibición.

El otro yo es la parte de mí que, debido a mis automatismos caracteriales, no recibe la misma atención, apoyo, ayuda y es relegado a un lugar apartado de la conciencia, por eso requiere la voluntad del trabajo personal para acceder a él, que yo quiera voluntariamente habitar esa parte de mi, aunque no sepa cómo hacerlo, no tengo que saberlo, con imaginarlo y dejarme llevar por la orientacion que otorga la presencia y el contacto en el aquí y ahora, sumado al contacto y la presencia del terapeuta que está guiándome en ese trabajo.

Planteada mi necesidad de enfrentar este problema -me saboteo en mis intervenciones en público – Mario, mi terapeuta, me propone personificar apasionadamente la parte de mi que me sabotea, para explorar cómo esta parte me sabotea, para explorar qué quiere conseguir, que la motiva… toda la información posible a través de la experiencia organísmica… me anima incluso a buscar elementos de la sala para improvisar un disfraz que defina a esta parte de mi… ¿cómo es? ¿es blanda, es dura, es rígida, es miedosa, agresiva…?

Echo un vistazo alrededor de la sala donde estamos trabajando ese fin de semana del taller, y encuentro un palo de madera, que me resuena mucho a este personaje, un palo de madera apto para castigar, y lo tomo con una mano y lo sacudo contra la otra, despertando una sensación interna de sadismo, agresividad, represión, autoritarismo… quién sabe, la exploración está empezando y nadie puede adivinar hacia donde voy… también tomo una máscara blanca que cuelga de un biombo y cubro mi cara con ella.

Mario se acerca a mi y me ajusta su propia correa apretada a la altura de mi estómago sujetando el palo de madera en vertical sobre mi columna, lo que me obliga a tener una postura rígida hasta rozar la molestia física. El me aporta esta visión del personaje que está manifestándose poco a poco y yo lo reconozco al momento como propio de esta parte de mi, no es una agresividad contra otros, un perfeccionismo que intente adoctrinar a los demás… es un ejercicio de represión en mi propia carne, que me estira la espalda, y me impide soltarme y entregarme a mi creatividad…

Tomo el espacio en el centro del grupo y me erijo habitando la voz de este personaje, con toda la entrega y pasión que puedo…

-Yo no dejo que Susi hable en público… ¡Ni la voy a dejar! ¡no! -grito con agresividad como echando espuma por la boca y camino a un lado y otro de la sala -Que se calle, que se quede callada, que me deje a mi estar presente controlando cada palabra que sale por su boca… no voy a tolerar que ella hable, ¡aquí mando yo!.

La ira se apodera de mi cuerpo… soy rabia, soy rigidez, soy control de la mente, soy filtro de palabras pronunciadas, soy mi padre, soy mente, soy lógico, soy la importancia personal de lo perfecto…

La posibilidad de habitar este personaje, esta polaridad, sin  ningún tipo de juicio me ayuda a descubrir el discurso presente en mi conflicto interno, a escuchar alto y claro las palabras que yo me digo a mi misma en mi cabecita, y a vivenciar el estado emocional que sostiene este discurso.

-¿Te ha hecho algo Susi que no quieres dejarla hablar? -pregunta Mario con curiosidad

-¡Sí! Susi me ha humillado muchas veces, podría humillarme otra vez, no es eficaz en su comunicación, ¡no es nada eficaz! no transmite información útil… se deja arrastrar por sus emociones, y siente, me avergüenza en público…

-¿Cómo te avergüenza? -pregunta Mario incrementando el contacto con el personaje.

-A ella no le interesa el conocimiento, ¡sólo le interesa sentir!, entonces si habla en público y mira a alguien y siente, ¡se olvida del conocimiento!, a veces me ruboriza, se queda en silencio, es impulsiva… ¡me da vergüenza que sienta, cuando hablar en público y transmitir conocimiento es un acto de concentración, también de orden y disciplina, no de dispersión! a ella le da lo mismo mostrarse insegura, dudar, ahora reir, ahora mirar sin decir nada ¿cómo voy a dejarla a cargo de mi imagen? ¡Hace lo que le da la gana!¡no es nada profesional!

-¿Hace lo que le da la gana? ¡Tú no la dejas! -confronta Mario -la vigilas de cerca, te fijas en cada detalle de su expresión, ¡estás obsesionado con ella! ¿qué esperas de ella?

-Espero que sea como yo quiero que sea, elegante, sobria, acertada en su expresión, eficaz, inteligente, y motivo de admiración para otros ¿qué voy a espera de Susi? -expresa este personaje a través de mi vivencia y me recuerda a mi padre y sus expectativas conmigo, tan asfixiantes -también a Susi le gusta mucho que la miren, le da igual hacer algo bien o mal con tal de ocupar el centro y ser vista, ella se siente muy segura de su presencia física, es muy exhibicionista.

Cuando yo era pequeña tenía un padre que proyectaba grandiosas expectativas sobre mi prometedor futuro y para ello no paraba de halagarme en cuanto a mi talento e inteligencia, curiosamente su pródiga alabanza, la cual me hacia sentirme especial, siempre se centraba en todas las cualidades del hemisferio izquierdo del cerebro, ¡la lógica matemática!, y todo lo que emergía del lado derecho de mi cerebro lo llamaba indisciplina, flojera, pereza, desorden… y lo miraba con sospecha como se mira a la tentación, en forma de diablo, dispuesta a resquebrajar la solidez de un mundo psíquico perfectamente ordenado: mi padre había proyectado su sueño frustrado en mi para que yo me convirtiera en su heroína personal o bien al menos en algo de mucho valor para él, valor condicionado al cumplimiento de estas expectativas ajenas a mis propios deseos.

Ahora en esta lucha interna que se desplegaba en la voz de este personaje reaparecían las indicaciones de mi padre, su visión personal de la vida, su exigencia, su rigidez… pero con la particularidad de que ya no era mi padre quien me las decía, con la particularidad de que era yo misma quien me reprimía y quien me daba órdenes internas de cómo hacer, de cómo sentir, de qué filtrar, de qué mostrar, de qué callar… y yo misma era Susi, la misma niña que no encontraba valoración por ser tal cual, y si mucha obligación a cumplir estas expectativas para recibir la aprobación paternal…

-Te hago una propuesta ¿te gustaria permitir durante un rato que Susi se exhibiera? -propone Mario apuntando a la otra polaridad, el deseo de exhibición.

-De acuerdo. Pero sólo un rato -digo esto y me deshago del disfraz. Tengo una sensación de libertad muy poderosa que voy a usar ahora mismo. Estoy en el centro de la sala y todo el mundo me está mirando, esto me produce mucho placer… ¿qué quiero hacer con esto?

-Adelante, ¡exhibete! -propone Mario.

En ese momento me sobreviene el vacío más grande. De nuevo necesito ayuda.

-¿Quieres que te oriente? -pregunta Mario y yo asiento- pues, imagínate que eres una puta y quieres venderte, todos nosotros somos jeques árabes, por ejemplo, y tú tienes que seducirnos para que te compremos. ¿Qué te parece esta propuesta?

-Ah, pues ¡me anima! -expreso y me propongo  jugar este juego para desplegar al máximo posible mis dotes de exhibición y contactar con esta parte de mi: mi otro yo en la sombra.

Contacto con mi cuerpo, donde me siento cómoda y atractiva, mi pelo largo me acaricia el rostro, la puta que yo soy le gusta seducir, le gusta encantar, le gusta ser mirada, adorada, y deseada, ella misma adora su propio cuerpo, que le aporta tantas sensaciones y cuyas formas reconoce con el tacto de su mano… ella soy yo ahora mismo, y me siento poderosa y bella, mostrando el pecho altivo y abierto, disponible para la relación y la intimidad… miro a uno de mis compañeros y me acerco a él.

-Me gustaría retirarme contigo a un lugar más solitario donde pasar la noche juntos -le expreso con una voz dulce y coloco la palma de su mano en contacto con el centro de mi pecho, mirándolo a los ojos -siente el latido de mi corazón ahora mismo, está acelerado, ¿sientes cómo palpita? no me siento segura y me gustaria que un hombre como tú me cuidara, me abrazara y tomase mi cuerpo a su placer, me gustaria entregarme a ti y dejar un espacio para la sensibilidad también, donde poder comunicarnos con el cuerpo y también con el corazón…

Estoy segura de que a mi compañero le encanta las atenciones que le estoy ofreciendo, aunque sólo sea un juego consciente entre los dos.

-¿Haremos lo que yo desee? -me pregunta añadiendo morbo a nuestro diálogo.

-Lo que tú quieras, pero recuerda que soy vulnerable y necesito tu fuerza masculina, como la quieras expresar, sin límites, sin ningún límite… una noche para los dos donde todo sea posible.

Ahora me retiro de este compañero y me acerco a otro. Siento mucho placer en habitar mi cuerpo desde la versión de mi misma más femenina, me gusta jugar con mi pelo largo y recorrer con mi dedo la espiral de mis rizos, percibo mi presencia corporal y me agrada descubrir las sensaciones que me devuelven distintas partes de mi cuerpo, mis caderas, mis muslos, mis nalgas, el pecho hacia arriba, los labios entreabiertos y la mirada brillante, blanda, deseosa de contacto.

Continúo una ronda entre los compañeros y compañeras hasta la borrachera de sensualidad, y placer, no me privo de nada que ofrecer, cualquier deseo posible lo expreso, me lleva mi corporalidad espontanea, me divierto, muestro el gusto que me da ocupar mi cuerpo y compartirlo.

-Ahora registra el sabor que tienes -prosigue Mario el trabajo que continúa en una tercera fase -y con este sabor y esta sensacion que tienes en el cuerpo, danos una pequeña charla de lo que quieras.

Con este contacto con mi sensualidad, con mi placer, con mi deseo de venderme, de exhibirme me lanzo sin pensamiento a describir un trabajo de Gestalt en la Naturaleza que hago en un cueva cercana a la Casa del Búho. Y me divierto. Permito ser a mi otro yo con uno de sus aspectos más ocultos: mi deseo de exhibición.

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