La estrella de dentro

17.03.2011 00:00

Siento mucha impaciencia en este momento. La impaciencia es una visitante que viene muy a menudo a mi casa a meterme prisa, y muchas veces no sé cómo atenderla. Ahora me habla al oído, ha bajado el tono de su voz en el instante que he empezado a prestarle atención, porque normalmente me grita, o me trata como a un caballo salvaje que ya tendría que estar domado. Hoy tengo ganas de escucharla, tan loca que está, siempre que viene me entra mucha prisa por quitármela de encima, como si llegara a casa una persona muy pesada que habla mucho, que quiere planificarle la vida al prójimo y que por supuesto no escucha al otro, sólo oye el ruido de su fascinate discurso de tareas que realizar, experiencias que tener, agenda que emprender sin ni un minuto perder.

-Esperar duele -me dice con una voz muy bajita, como si estuviera desvelando su debilidad más inconfesable.

Cuando pronuncia estas palabras de pronto se encoge y se ruboriza, parece afectada por una vergüenza pálida que sale de un pellizco anudado en el estómago.

-¿qué te duele de esperar? -le pregunto a mi nueva amiga

-Estar sola en la espera y con la incertidumbre de que lo que espero que ocurra, ocurrirá finalmente -contesta un poco rabiosa, subiendo el tono de voz como si declarase una injusticia imperdonable.

-Aguanta un poco, ahora no estás sola, estoy yo contigo, te escucho, tenemos todo el tiempo para nosotras ¿no te parece el mejor plan del mundo?- le hablo como si yo fuera una abuelita dulce y amorosa, como mi propia abuela sentada en el sofá con todo el día por delante para la presencia.

-Vale, espero, ¿pero falta mucho? -me pregunta con una voz de niña pequeña que tiene muchas ganas de salir a jugar…

-No, no falta, es ya, ahora todo el tiempo es para ti y para mi, ¿qué quieres hacer?

-mmm quiero desnudarme como la estrella y meterme en la ducha de agua caliente…