Exceso de espontaneidad
Si me arrastra la velocidad del exceso de espontaneidad pierdo mi templanza, mi sensibilidad para expresar y mi capacidad para comunicarme desde lo que siento y quiero, pierdo el contacto con lo que siento y quiero y me posee un caballo salvaje de movimiento impredecible cuya fuerza no tiene voluntad y podría aplastar algo importante para mi, quizás de modo irreversible.
En la espontaneidad exagerada todo ocurre demasiado rápido, y de pronto he soltado una bocanada de irritación en forma de orden autoritaria a una persona que se vio envuelta en mi caos. No hubo medida en mi comportamiento y ocurrió antes de que yo misma pudiera detenerlo y reflexionar sobre una mejor acción. Después de esto el otro se apartó de mi lado.
Tomar la dirección que compensa esta exageración consiste en habitar la emoción y contactar con ella, para darle una expresión sobria que comparta desde la sencillez lo que me ocurre, sin explosiones, sin patadas ni empujones, sin acelerones.
-¡Pues no me da la gana serenarme! -exclama mi exceso de espontaneidad -porque si esto no me gusta, ¡yo no me callo! lanzo un grito y pongo a todo el mundo en su sitio en un instante.
-Sólo hay un problema... que yo tengo una opción mejor, menos costosa y más satisfactoria -señala mi sobriedad -recuerda el dolor por el que pasas tan deprisa cuando enredas a otros... tu impulso alocado es un boomerang que a su regreso se estampa contra mi cara y me pega una buena ostia.
-¡Tú quieres atarme los pies y las manos! ¡inmovilizarme! y mi energía arrolladora abre los ojos a los demás, ¡los despierta!, ¡los sacude! -se defiende mi espontaneidad inflamada -yo soy un animal salvaje, ¡quieres meterme en una jaula!... peor aún... ¡quieres domesticarme!
-Respira, -sonríe mi sobriedad como una abuelita sentada en su mecedora -eres mi animal preferido, por eso, para cuidarte, porque me gusta tu fuerza y tu ímpetu, tu precioso entusiasmo desbordante, quiero que no lo malgastes en una dirección que sólo te devuelve insatisfacción... préstame tu fuerza para sostener mi fragilidad y poder ponerle palabras a mis sentimientos más íntimos, abrir mi pecho a través de la voz, quédate presente en mi vientre y desde ahí dale sitio a mi corazón y sus palabras, ya has probado el sabor que te devuelve esta manera de comunicar... es el sabor de tu propia verdad... esa que tú misma necesitas escuchar tanto, y respetarla.